Reseña sobre «El señor de la tarde. Conjeturas en torno de Cordwainer Smith», de Pablo Capanna.
En el prólogo de El señor de la tarde. Conjeturas en torno de Cordwainer Smith, publicado por primera vez en Buenos Aires, en 1984, por la editorial Sudamericana, Pablo Capanna dice: “un autor que ha dedicado sus esfuerzos a estudiar la obra y la personalidad de un escritor norteamericano puede volverse sospechoso en nuestro medio, especialmente cuando ni siquiera trabaja para una fundación”. Creo que esta afirmación vertebra todo el libro y, suponiendo que con nuestro medio se está refiriendo a la Argentina, cobra mayor relevancia por su fecha de publicación, es decir, por la cercanía con los acontecimientos que se habían vivido en esos tiempos en el país, pero que podría aplicarse a décadas anteriores también. Cordwainer Smith fue un escritor con una personalidad contradictoria, como lo es una personalidad en casi la totalidad de los casos, y Capanna se propone, con la valentía de no querer encasillar a nadie ni a nada en ningún terreno, conjeturar algunas hipótesis que intentarán comprender su complejidad, la de un escritor para quien era importante trasladar a la realidad de la escritura “un universo poético a través del cual podía intuirse una alegoría de nuestro tiempo”.
Cordwainer Smith estudió Ciencias Políticas y fue asesor militar para el gobierno de los EEUU, además de profesor de Estudios Asiáticos. Capanna da en aquel prólogo con una de las palabras clave y que puede haber envuelto la vida de Smith, la palabra sospechoso, que la enmarca, no solo a nivel laboral sino personal, ya que su vida estuvo tensada entre las dos facetas del estratega y el hombre creador de imaginación, de imaginaciones. La palabra sospechoso enmarca también el texto de Capanna en un aire bélico que, como se verá después, se resuelve por la vía no de la sensación de victoria por parte del ensayista, del crítico, que derrota al enemigo y exhibe su cabeza como trofeo, sino que busca más bien comprender, y para hacerlo hay que aprender a ver y escuchar. Este aire de estrategia bélica que desata la palabra sospechoso del prólogo se corresponde con las actividades de asesor que ocuparon una parte importante de la vida de Smith. Pero no voy a hablar de Cordwainer Smith en esta reseña, salvo en los casos que esto sirva para referirme a la escritura de Capanna, uno de esos escritores en los que su riesgo está en una aparente falta de riesgo para expresarse.
El hecho de haber leído o no a Cordwainer Smith no es impedimento en este caso para disfrutar del libro de Capanna, pero quien no haya leído al escritor estadounidense, seguramente querrá hacerlo después de leer El señor de la tarde.
Capanna nos introduce en una de las realidades innumerables a las que se puede acceder, e intentará que ella quede situada -él dará en el sexto y último capítulo una aclaración de cómo trabajó el término situación para este libro-, y así poder ser aprehensible para un lector como la realidad de la que se intenta hablar. En este caso, una realidad que no se vea avasallada por estructuras o preconceptos que solemos tener los humanos para etiquetar el comportamiento de una persona. No reducirnos a creer que Cordwainer fue esto o aquello, sino entender la multiplicidad y los matices de su conducta a lo largo de su existencia.
La imagen voluntariamente borrosa o difusa de una personalidad aleja las interpretaciones equivocadas que se pueden hacer de ella. Es por esto que Cordwainer fue uno de los seudónimos que utilizó el escritor Paul Linebarger para no sólo no ser tocado por esas interpretaciones, sino para distanciarse de su realidad de asesor militar para el gobierno de los EEUU.
El primer capítulo del libro empieza con la frase: “Cordwainer Smith fue un escritor norteamericano, muerto en 1966…”. Transcurren algunas páginas para enterarnos de la fecha de su nacimiento, algo que es importante, pero de lo que había olvidado interesarme gracias a la escritura de Capanna, una mezcla de filosofía y respiración, de filosofía respirada, en torno de la vida y obra de la persona de la que habla. Después entonces de hablarnos en los primeros capítulos del estilo de Cordwainer Smith-Linebarger y del porqué de la utilización de sus distintos seudónimos, Capanna empieza en la página 117 a narrar los datos biográficos del escritor estadounidense, educado en China, y a quien su padre, abogado y cercano a los líderes de la revolución de 1911 de aquel país oriental, había hecho nacer en territorio norteamericano para que pudiera aspirar legalmente a la presidencia de los EEUU. Lo hace, lo narra, de manera ordenada, y el texto cobra otra dimensión. Sorprende al lector por el hecho de haberse este olvidado de requerir ese dato, la fecha de nacimiento de Smith, y de esa manera refresca y ubica la escritura para, entre otras cosas, comparar su vida con el cuento “Historia de Kirk”, que Lindner, el psicoanalista que trató a Smith durante parte de su vida por su falta de empatía con el mundo, por su identidad quebradiza, por su tendencia a mimetizarse con personajes ficticios pero que a su vez tienen un ancla en lo real, en el papel administrativo, político y burocrático de lo real, al parecer escribió sobre él. Así funciona la escritura de Capanna en este libro: desgaja información, revisa elementos de la escritura de Smith para constatar vinculaciones entre la temática de sus textos y la realidad vivida por el autor. Algo parecido hace en el libro que le dedica a Ballard, El tiempo desolado. Da los datos duros de su nacimiento cuando ya hace rato que empezó el ensayo. De alguna manera la fecha de nacimiento de una persona puede ocurrir en la mitad de su estadio mental. El tiempo no tiene fijación. Como decía el inglés Stapledon: “mi niñez duró unos veinticinco años…, me desperté como adolescente casado a los treinta y cinco años”.
Entonces tenemos a Lindner, el psicoanalista de Smith que escribe un cuento “Historia de Kirk”, supuestamente basado en las experiencias psicoanalíticas con su paciente. En el cuento se habla de Kirk Allen, un personaje con un comportamiento enteramente normal, salvo por el hecho de creer que vive una vida paralela en otra galaxia. Cuántas personas querrían vivir en otro lugar que en el que están. Cuántas aceptan el lugar que ocupan y tratan de convertirlo en el mismo enriquecido. Cuántas también se pierden en una interpretación de su existencia que no les pertenece. Estos interrogantes surgen al leer El señor de la tarde, de manera natural, como una vida que se enfrenta a otra, en un diálogo de existencias. Es por esto que esta biografía-ensayo es cercana para un lector que busca otra forma de acercarse a un hecho puntual. Con esta forma de narrar, se podría estar hablando de otro ser, de otra persona por la que el escritor se interesara, pero el efecto sería el mismo. Todo se va licuando en un pensamiento interesante, que se disgrega, que se construye sobre ladrillos quebradizos o resistentes y reales.
Como dije, este es un texto que hablará de Capanna no de Cordwainer. Pero en gran parte del libro, Capanna cuenta los argumentos de las narraciones de Cordwainer Smith. Hay escenas impresionantes como la que proviene del cuento “Un planeta llamado Shayol”: “El mundo de Shayol, inspirado en el infierno de Dante, está plagado de parásitos microscópicos, los dromozoa, que se apoderan de los cuerpos de los condenados, haciendo brotar de sus cuerpos miembros, cabezas y órganos que crecen como tumores y son amputados para destinarlos a transplantes quirúrgicos”. Respecto a otro cuento, “La Dama muerta de Clown Town”: “Privada de toda posibilidad de crecer, su vida se había replegado sobre sí misma y su mente se había enroscado en la espiral de la única seguridad que realmente podía conocer, la psicosis”. Otra cita, en este caso del cuento “Bajo la vieja tierra”: “El miedo, el terrible miedo de que sea yo mismo”.
En la escritura de Capanna la reflexión filosófica está presente entonces como una respiración, en detalles pequeños de su sintaxis, o como dice él, para analizar la obra de Cordwainer Smith, en sus aspectos verbales, sintácticos y semánticos. Pero sin llegar a tocar estos aspectos se puede decir que su escritura, la de Capanna, traslada calma y generosidad hacia el lector. En este caso el protagonista, el autor del texto, no quiere sorprender ni con su saber ni con su inteligencia, y por esto deviene generoso.
Capanna define la literatura de Cordwainer Smith como una escritura que buscó dejar de lado la estructura de comienzo-nudo-desenlace, tradicional desde Cervantes hasta el siglo XX. A Smith no le interesaba el suspenso posible de un argumento. No le interesaba este tipo de evasión del lector, que se mantiene atento al escrito por esto, sino una evasión, como dice Capanna, de carácter más literario, que podía reconciliar al lector con la realidad. Algo así como lo que podía provocar en la mente de los escuchantes el canto o el relato del juglar en las edades medias. Persona que da cuenta de las etapas del aire, movedizas y no cíclicas, dunas llevadas por el viento, maleables como los metales fundidos. Una de las razones que da para justificar la escritura de este libro, si es que algo se deba justificar, es el hecho de que la literatura de Cordwainer Smith está ligada a los problemas políticos de una época.
Dice Capanna hacia el final del libro: “Llamo ‘situación’ a la operación consistente en localizar (situar) a una personalidad histórica, encuadrándola dentro de determinadas categorías intelectuales: filosóficas, psicológicas, políticas, religiosas, de las ciencias sociales y de las humanidades. Se trata de un acto previo a la interpretación, que a su vez la condiciona”.
En la región de Nostrilia, que aparece en uno de los cuentos de Smith, se vive el martirio que obsesionaba a Ballard como posibilidad a vivirse en el futuro: EL TEDIO Y LA FALTA DE CREATIVIDAD.
El anonimato como forma de enfrentarse a ese tedio y esa falta de imaginación. El anonimato como ánimo sincero frente a una crisis de personalidad. El anonimato frente a un grupo social que no está dispuesto a aceptar tu discurso o tu silencio. Todo esto, y en este desorden o libertad para expresarme de acuerdo a mi temperamento desordenado, me lo permitió la lectura del texto de Capanna. Espero haber transmitido algo de este entusiasmo sentido al leerlo.
Perfil del autor
- Sergio Taglia (Neuquén, Argentina). Escribe poesía y es traductor. Vive en Mendoza, Argentina. Ha publicado los libros La silla en el espacio, El río imaginario, El cadáver es el pensamiento, Roto. Participó en el Festival Internacional de Poesía de Rosario en 2015, y en las antologías Cross a la mandíbula (Nuit Myrtide, Francia, 2011), Después del fin (Babeuf, Mendoza, 2014) y 53/70 Poesía argentina del siglo XXI (EMR, Rosario, 2015). Escribe sobre literatura en el sitio digital El Diletante.