Pablo Capanna (Florencia, Italia, 16 de febrero de 1939) es profesor de filosofía, escritor y periodista nacido en Italia y radicado en Argentina a la edad de diez años. Referente en el mundo hispano del ensayo y estudio sobre el género de ciencia ficción, desde 1966 en adelante, y desde diversos ángulos; historia del género, biografía de vida y obra sobre autores como Cordwainer Smith y Philip K. Dick, la ficción y la tecnocracia, la visión de la imagen del extraterrestre o el género fílmico de ciencia ficción sobre autores como Andréi Tarkovski. Pablo Capanna se ha interesado por la historia de la ciencia, el subgénero de la utopía, la religión y la tecnología publicando ensayos y artículos de prensa.
Alberto García: — Pablo Capanna, gracias por permitirnos departir contigo sobre el género de ciencia ficción.
¿Cuál es el primer recuerdo que tienes sobre el mundo de la ciencia ficción en tu vida y qué obra literaria, revista, comic o película del género fue la primera que recuerdas que te atrajo?
Pablo Capanna: —Uno de los primeros libros que leí fue los Viajes de Gulliver, no la habitual versión infantil sino el texto completo. Era uno de esos libros rescatados de los edificios bombardeados, que después de la guerra se vendían en las ferias. Pero también estuvieron los comics: Buck Rogers y especialmente Flash Gordon. Siendo adolescente, hice por correo el curso de dibujo de historietas de Alex Raymond y me cansé de dibujar a Flash Gordon.
Alberto García: —El género de ciencia ficción posee carta de naturaleza de forma oficial en 1926 gracias al nacimiento del término por Hugo Gernsback, sin embargo su estrato es muy anterior, ¿Estás de acuerdo que por una parte Julio Verne sería su abuelo, aunque él nunca hubiera reconocido que realizaba ciencia ficción, y por otra parte el padre sería Herbert George Wells, que tampoco hubiera aceptado que realizaba ciencia ficción?
Pablo Capanna: —Este asunto de los padres y los abuelos se las trae, porque en el siglo XIX había muchos que hacían algo parecido a lo que hoy se llama ciencia ficción, y cada país tiene sus propios candidatos. Los ingleses, por su parte, tienen una «madre»: Mary Shelley.
Alberto García: —¿Estarías de acuerdo en que la mitología, los viajes extraordinarios tipo Luciano Samosata y el subgénero de utopías serían también estratos que darían lugar en el futuro al género de ciencia ficción?
Pablo Capanna: —Por supuesto, la ciencia ficción nace del cruce entre todos esos géneros, de muy distinta naturaleza, y lo hace ligada a la idea del Progreso y al positivismo. Gernsback era un exponente del partido Tecnócrata, y hasta el joven Bradbury vendía el periódico del movimiento.
Alberto García: —¿Harías una distinción clara entre ciencia ficción y fantasía?
Pablo Capanna: —Cuando escribí mi primer libro no era tan difícil hacerla, pero con el andar del tiempo y la evolución del género se fue volviendo casi imposible. Por supuesto, sigue siendo clara en el plano teórico, pero las cosas se complican cuando tratamos con cada obra en particular.
Alberto García: —Hay otros precursores, pioneros de lo que será el género de ciencia ficción, como por ejemplo Mary Shelley, que has nombrado ante, con su Frankenstein o el Moderno Prometeo, ¿Crees que la asunción de la ciencia y la tecnología como sustitutiva del poder de la religión a nivel intelectual en el transcurso del siglo XIX propició una explosión en Occidente de obras que apuntalarían el género de ciencia ficción en el futuro?
Pablo Capanna: —Si pensamos en el mecanicismo de Descartes, y la Nueva Atlántida de Bacon, que ya es una tecnocracia, esa sería la línea que se impuso. La fe en el Progreso quedó bastante vapuleada después de las dos guerras mundiales y ya con la crisis económica de los años Treinta, cuando la ciencia ficción recién se estaba popularizando. Fue entonces cuando se empezó a ver el futuro como algo temible. Tampoco hay que ser demasiado imaginativo para pensar cuáles podrán ser las secuelas culturales de la pandemia que vivimos.
Alberto García: —El género de ciencia ficción surge en Occidente y es en el mundo anglosajón, Reino Unido y Estados Unidos, donde ira calando a nivel literario, teniendo cada vez más un nicho de mercado, y después en el resto de las disciplinas artísticas, de una manera que a día de hoy tiene la hegemonía, ¿A qué crees que es debido? ¿Por qué la ciencia ficción en el mundo hispano o en otras áreas culturales, francesa, alemana, italiana, etc. a día de hoy tiene un peso menor comparado con el mundo anglosajón?
Pablo Capanna: —Quizás sea porque los que vivían en esas sociedades veían cómo la ciencia y la tecnología influían en sus propias vidas, que estaban más cerca de los centros de innovación. Pero no hay que olvidarse de Stanislaw Lem, un coloso del género, que vivía en Polonia, no sólo lejos de la tecnología avanzada sino hasta de la cultura europea.
Por lo que dicen los entendidos, China está viviendo cierto auge del género, quizás porque está viviendo aceleradamente todas las fases del desarrollo industrial y acaba de entrar en la carrera espacial.
Alberto García: —Hay una primera etapa de ensalzamiento por parte de las élites intelectuales occidentales de la ciencia y la tecnología como medio para llegar a una Edad de Oro en aquel siglo XIX hasta la primera guerra mundial, tras el conflicto bélico se instala una sensación de que la ciencia y la tecnología han sido medios que han conducido a la destrucción de un mundo anterior y a la idea de una futura edad de oro ¿Qué opinión te merece la ciencia ficción de los años 20 y 30 del siglo XX; Nosotros, de Zamiatyn; Un Mundo Feliz de Huxley, y las obras de Wells como Una historia de los años venideros o Lo que vendrá.
Pablo Capanna: —Todas esas obras, escritas y leídas al margen del «género» comercial de entonces, hicieron mucho para que éste se superara en los años que siguieron, sobre todo porque supieron hacerse eco de las preocupaciones dominantes en un tiempo en que nacían los totalitarismos y el mundo se preparaba para la más terrible de las guerras. Son las que marcan el viraje del utopismo optimista a la literatura de advertencia.
Alberto García: —Ya desde mediados del siglo XIX somos una civilización donde la máquina se ha hecho inseparable del devenir de nuestra especie. La ciencia ficción valoró desde sus inicios ese destino tecnológico de diversa manera; de forma positiva en el caso de Julio Verne, con ambivalencia e incluso desconfianza en el caso de H.G. Wells, con rechazo en el caso de autores como Samuel Butler ¿Crees que el género de ciencia ficción ha sido un medio de advertencia sobre el precio que pagamos por alcanzar ese mañana tecnológico?
Pablo Capanna: —El filósofo Karl Jaspers escribió que la ciencia ficción había contribuido a evitar una guerra nuclear, porque había llevado al miedo hasta el seno de la clase dirigente. Por mi parte, me gusta citar la opinión de Arkadi Strugatsky, quien decía que buena parte de las obras del género eran «novelas de advertencia»; no nos amenazaban con un futuro terrible sino querían ayudarnos a evitarlo.
Alberto García: —La segunda guerra mundial cambió el mundo y a la ciencia ficción. En una reciente entrevista radiofónica en Argentina recordabas cuando eras niño en Florencia, Italia, y tu familia supo de la explosión de la bomba atómica por parte de un soldado norteamericano. ¿Imaginaste cuando eras niño, durante tu adolescencia y juventud que el mundo en el que vivirías se iría acercando a lo que algunos autores de ciencia ficción pronosticaron?
Pablo Capanna: —Cuando era niño, muchos de mis juegos transcurrían en el mundo de Flash Gordon y Buck Rogers. Mi padre me había armado con una lata vacía una suerte de pantalla que me servía para comunicarme con la flota espacial. Hoy todavía me cuesta creer que estoy hablando desde Argentina con un amigo de Barcelona, como si compartiéramos un café. Pero también hay cosas del mundo real que la ciencia ficción anticipó y no son tan agradables.No vale la pena entrar en detalles, pero no son pocas.
Alberto García: —Qué opinión te merece Mil novecientos ochenta y cuatro, de George Orwell como obra distópica catalogada de ciencia ficción siendo Orwell un autor que no es del género de ciencia ficción.
Pablo Capanna: —No era difícil darse cuenta, conociendo la trayectoria política de Orwell, que no era una pura fantasía futurista sino de una parodia de la Unión Soviética, al igual que Rebelión en la granja. Así lo entendieron los soviéticos, que levantaron un muro de silencio en torno a Orwell hasta los años Setenta. Pero también habían hecho eso con los Manuscritos juveniles de Marx.
En Occidente a Orwell no lo clasificaban como ciencia ficción porque eso remitía a «esas revistas baratas», a él tampoco le hubiera gustado. Formalmente, Orwell pertenece al género tanto como Huxley o Stapledon. Como persona, Orwell fue un ejemplo de coherencia y compromiso personal. Lo único que no le perdono es haber escrito en Homenaje a Cataluña, que la Sagrada Familia era ¡un adefesio!
Alberto García: —El ser humano conquistó el aire y salió al espacio. El género de ciencia ficción apostó y sostuvo que la conquista espacial se daría de tal forma que en 2001 tendríamos bases orbitales permanentes alrededor de la tierra, en la luna, en Marte y que seríamos capaces como especie de ir más allá. La realidad, en este 2021, es que de momento solo poseemos la Estación Espacial Internacional como ventana al exterior permanente. ¿La ciencia ficción se adelantó o por el contrario crees que hay más sueño que realidad en la conquista del espacio?
Pablo Capanna: —Como proceso histórico, creo que la propia tecnología nos empuja a eso, y la expansión tarde o temprano continuará, si es que logramos que este planeta siga siendo habitable y podamos seguir avanzando. Lo que ocurrió es que esa «conquista» nunca tuvo las características épicas que le atribuía el género. El espacio ya ha comenzado a ser un destino turístico para millonarios, y no tardará mucho en despertar intereses económicos. De ese modo, cabe imaginar que tendrá más víctimas y beneficiarios que héroes o mártires.
Alberto García: —¿Qué opinión te merece el subgénero steampunk?
Pablo Capanna: —En su momento fue una propuesta muy interesante, porque le permitía al género reírse de sí mismo y a la vez tratar de meterse en la cabeza de nuestros antepasados. Con todo, me parece que no habría que abusar de él. Quien se anime con ese subgénero tendrá que preservar la verosimilitud y ser coherente con las premisas fijadas, pero para eso hay que estudiar historia.
Alberto García: —Qué opinión te merece el subgénero de la ucronía y los universos paralelos?
Pablo Capanna: —Después de una primera etapa que tenía por horizonte el sistema solar, y tras frecuentar hasta el hartazgo los mundos imaginarios de la Galaxia, los mundos paralelos y la ucronía abrieron todo un espectro de posibilidades. Pero para que siga habiendo algo de ciencia en la ficción, sigo recomendando estudiar historia para no perderse en la pura fabulación. De hecho, la fabulación también tiene su lógica; basta pensar en la minuciosa construcción del mundo de Tolkien, que sus epígonos parecen considerar poco importante, siendo como es la estructura de todo su relato.
Alberto García: —Qué opinión te merece el subgénero de la utopía y la distopía?
Pablo Capanna: —La utopía parece haber desaparecido de nuestro horizonte cultural a mediados del siglo pasado. La distopía funcionó como «novela de advertencia»; así la llamaban los hermanos Strugatsky, entendiendo que serviría para evaluar los errores antes de cometerlos. A esta altura de las cosas, el catastrofismo distópico ha hecho metástasis en esas infinitas seriales de TV que, aun en tiempos de pandemia, parecen satisfacer el masoquismo de muchos espectadores.
Alberto García: —La vida artificial, los robots, androides e inteligencias artificiales han ido evolucionando en el género de ciencia ficción desde el Frankenstein de Shelley, los robots de Carel Capek o la María de Metropolis de Fritz Lang, ¿Qué opinión te merece la constante en el género de diálogo entre humano y ser artificial y la búsqueda de semejanza con la divinidad en la creación de vida?
Pablo Capanna: —En mi libro Natura traté de reconstruir el salto que se produjo en el siglo pasado de una matriz cultural hermética (humanista y optimista) a una alogénica, proclive al pesimismo y la misantropía. Las fantasías de omnipotencia del humanismo, conjugadas con el desprecio por el ser humano, quizás de raíz darwiniana, han llevado a constituir una nueva ideología (según algunos, una religión) trans o post humanista, cuyo credo ya estaba expresado en Golem XIV de Stanislaw Lem.
Alberto García: —El comic y la novela gráfica han sido junto con el género literario puntales en la difusión de la ciencia ficción desde los años 20 del siglo pasado. En Argentina tuvisteis a maestros como Héctor Germán Oesterheld, guionista, y a Francisco Solano López, dibujante, creadores del Eternauta. ¿Qué opinión te merece el lenguaje del comic en la ciencia ficción?
Pablo Capanna: —El cómic ha tenido una evolución similar a la del cine y la ciencia ficción. Nacido como un producto popular, en su momento aun infantil, alcanzó un nivel artístico genuino y actualmente elitista. A esta altura de las cosas es casi una variedad del cine. Esto se nota si comparamos la versión original del Eternauta (Oesterheld-Solano López) con la de Alberto Breccia, que ya era mucho más sofisticada e iba dirigida a otro público.
El éxito del Eternauta en un país como Argentina, que aún no tenía una tradición propia en el comic ni en la ciencia ficción, se debió a que llevaba el género a la vida diaria, por estar ambientado en las calles de Buenos Aires, en lugar de una lejana Nueva York. Esto quizás explique su reciente apropiación por un sector político.
Alberto García: —Ciencia Ficción Utopía y Mercado, publicado recientemente por la editorial Gaspar & Rimbau es un ensayo que recoge tu visión del género y de los autores. Es esta una versión actualizada y revisada. ¿Qué destacarías de tu obra en 2021 y cómo ves la ciencia ficción de hoy con la de 1966 cuando escribiste Cordwainer Smith. El Señor de la tarde?
Pablo Capanna: —Sigo asombrándome que en cincuenta años haya podido hacer tres distintas reescrituras del mismo texto y que aún tenga demanda. Mi intención de entonces era alertar a la crítica acerca de un fenómeno poco conocido, y pasarle de algún modo la posta, pero la Academia tiene sus propias reglas. Yo me había propuesto ofrecerle al lector común una obra de síntesis, pero eso es algo que el mundo académico suele despreciar, favoreciendo la producción de ladrillos analíticos y desalentando a quienes levantan precarios muros.
Alberto García: —En 1966 fuiste el primer autor que elaboró un ensayo sobre la obra de Cordwainer Smith. Cordwainer Smith El Señor de la tarde ¿Qué te atrajo de él como autor? Qué opinión te merece su creación de los Señores de la Instrumentalidad como una élite tecnocrática todopoderosa capaz de ser equiparables a dioses por su poder.
Pablo Capanna: —Lo más fascinante de Cordwainer Smith es su personalidad. Su obra no respondía a ninguna política editorial sino a los propios motivos de su autor, que mientras vivió no se dio a conocer. Su manejo de las claves, los nombres y las alusiones políticas era único. A lo largo de cuarenta años fui descifrando algunas de ellas, cada vez que conocía a alguien que manejaba una lengua poco común o descubría qué hecho histórico podía haberlo inspirado.
Durante la segunda guerra mundial, cuando aún no existía la CIA, su autor fue reclutado como agente de inteligencia por su conocimiento del mundo asiático. Luego les escribiría discursos a Eisenhower y a Kennedy y volcaría toda su experiencia en sus ficciones.
La Instrumentalidad es una creación original. No es una utopía, porque acaba degenerándose, ni tampoco una distopía, porque garantiza cierto orden frente a los abusos de un Imperio que como todos aspira a ser todopoderoso.
Alberto García: —Philip K. Dick también atrajo tu atención, escribiste Idios Kosmos obra en la que expones la vida y trabajo literario del autor de Ubik, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? O Fluyan las lágrimas, dijo el policía, ¿Cómo calificarías la ciencia ficción que escribiera este autor?
Pablo Capanna: —Dick es un personaje único, quizás el primer escritor de ciencia ficción posmoderno. Como dijo Stanislaw Lem, es alguien que hizo salir la filosofía a la calle. Su tortuosa trayectoria le impidió realizar su obra maestra (aunque Ubik se parece bastante a eso) pero en sus manos «la carpa de un circo se convierte en la cúpula de un templo».
Cuando mis amigos me invitaban a escribir sobre él, estuve dándole vueltas un tiempo hasta que acabé aceptándolo, con todas sus locuras, entre los otros amigos que tengo en el otro mundo.
Alberto García: —Otro de los autores que atrajo tu atención fue J.G. Ballard, al que dedicaste un ensayo titulado J.G. Ballard, el tiempo desolado. ¿Cómo calificarías las historias de Ballard, y qué diferencia tienen con el resto de autores del género de ciencia ficción?
Pablo Capanna: —Ballard es otra figura única, que intentó poner en marcha una revolución en el género (la New Wave) y acabó por ser el único en hacerla, porque pocos lo siguieron, sin demasiado éxito.
Sus cuentos son ejemplares por cuanto sugieren en pocas páginas, y sus primeras novelas son únicas. Pero la fama que le trajo El Imperio del Sol lo movió a escribir algo más parecido al best seller, que resultó exitoso pero difícilmente rescatable.
Su vida, cuyos últimos pasos seguí gracias a su amigo Marcial Souto, también me atrajo como ejemplo de resiliencia y sublimación de las difíciles puebas que le tocó vivir.
Alberto García: —Qué opinión te merece la obra de Ray Bradbury?
Pablo Capanna: —No es uno de mis autores favoritos, pero tampoco es tan kitsch como lo pintó Umberto Eco. Sus Crónicas Marcianas, que tardé en disfrutar, son tan memorables como Fahrenheit 451, pero Bradbury nunca volvería a alcanzar esos niveles. Cuando lo conocí, en su viaje a Buenos Aires, me pareció una de las personas más amigables con las que me crucé; era imposible no simpatizar al instante con alguien tan sincero como él.
Alberto García: —Qué opinión te merece la obra de Isaac Asimov.
Pablo Capanna: —El enorme volumen de libros que escribió podía valerle, como a Lope, el mote de Fénix de los ingenios o Monstruo de la naturaleza. Gran divulgador y eficaz narrador, nos hizo familiar el robot pero no pudo prever el ordenador personal. No hay nada decididamente perdurable en su obra, salvo el profesionalismo: escribiera sobre lo que escribiese, uno no podía dejar de leerlo hasta el final.
Alberto García: —Qué opinión te merece la obra de Arthur C. Clarke.
Pablo Capanna: —Un brillante divulgador, que supo seguir paso a paso los avances científicos y tecnológicos. Fue quien nos dio la excusa con la que se hizo una obra maestra como 2001, odisea del espacio.
Alberto García: —Te ha interesado la historia de la ciencia y la relación religión, ciencia, tecnología. ¿Cuánto hay de ciencia en la ciencia ficción y cuánto hay de fantasía?
Pablo Capanna: —En general, la ciencia es una excusa para narrar conflictos y situaciones humanas, salvo cuando la narración sirve para plantear de un modo atractivoesos problemas que inquietan a los científicos. Pero no hay que olvidarse que hablamos de literatura, no de didáctica de la ciencia ni de divulgación.
Alberto García: —Desde los inicios del cine, con George Méliès, la ciencia ficción fue afianzándose en el género fílmico. ¿Qué opinión te merece en general las películas de ciencia ficción y qué películas te han interesado o recomendarías?
Pablo Capanna: —Supongo que los aficionados me odiarán si digo que mi favorita es Stalker. El triste destino del cine de ciencia ficción parece ser su cada vez mayor dependencia de los efectos especiales. Es muy difícil encontrar alguna idea detrás de los relámpagos, el humo y los cortocircuitos de las películas. Jamás lograron devolverme la emoción que me dieron La Guerra de los Mundos o El día que paralizaron la Tierra, que vi varias veces en el cine del barrio. La que más cerca estuvo fue 2001.
Alberto García: —Sobre el director de cine Andréi Tarkovski has realizado El Icono y la Pantalla, ¿Qué te atrajo del trabajo de este director? ¿Qué opinas de la traslación a la gran pantalla de la obra de los hermanos Arkadi y Boris Srugatsk Picnic extraterestre por parte de Tarkovski que fuera su película Stalker?
Pablo Capanna: —De todos los autores que nombré, Tarkovski fue el único que se me ocurriría llamar «genio».
Sus versiones cinematográficas de obras notables como Picnic de los Strugatski y Solaris de Lem son absolutamente personales. En Solaris llega a usar el mismo diálogo de la novela para decir cosas completamente distintas. Es comprensible que Lem se sintiera traicionado y amenazara con hacerle juicio, o que los Strugatsky quedaran agotados con cada cambio de guión, según me contó un testigo presencial.
En ambos casos, se trataba de versiones poéticas, y la poesía debe ser lo más difícil de traducir. Apenas es posible reescribirla, pero convertir una novela en poesía es casi imposible.
Alberto García: —Andréi Tarkovski realizó en 1972 la adaptación a la gran pantalla de la obra de Stanislaw Lem, Solaris. ¿Qué opinión te merece? Y hablando de Stanislaw Lem, del que este año 2021 se cumple el centenario de su nacimiento, qué destacarías de su obra que se aleja de la ciencia ficción anglosajona, de la que fue muy crítico.
Pablo Capanna: —Acabo de releer todo Lem, y me siguen asombrando sus desbordes de talento y su vastísima cultura. Más allá de Solaris creo que lo más valioso de su obra está en sus obras del último período, como Vacío perfecto y Un valor imaginario. En ellas logra el milagro de usar el humor para plantear las cuestiones más profundas y criticar con acidez todas las manías de nuestra cultura. Ahí está lo mejor de Borges, a quien nunca dejó de citar con respeto, y toda la misantropía de Jonathan Swift, con quien aspiraba a compararse, y sin duda logró.
Otro de sus méritos fue haber descubierto a Philip K.Dick, que en manos de cierta crítica hubiese pasado inadvertido, o bien confinado en algún cajón de sastre teórico.
Alberto García: —Otro tema ligado tanto a la ciencia como al género de ciencia ficción que te atrajo es la imagen, símbolo e historia del concepto de extraterrestre publicando Historia de los Extraterrestres. ¿Cómo ha evolucionado la imagen del ser extraterrestre según tu opinión desde el marciano de La guerra de los mundos de H.G. Wells a las visiones tanto literarias como fílmicas de hoy en día?
Pablo Capanna: —Ese librito fue apenas fruto de un encargo de Leonardo Moledo, uno de los mejores divulgadores que tuvo Argentina. Moledo dirigía el suplemento Futuro del diario Página 12, donde colaboré durante quince años. También tenía a su cargo una colección de ciencia popular donde todos los libros se llamaban «Historia de…». Mi librito se vendió bien, pero no tiene mucho de original: es apenas periodismo de divulgación.
En cuanto a la imagen del extraterrestre se podría hablar mucho pero pienso que generalmente es un ser humano disfrazado. A menudo se lo presenta como un ángel y más habitualmente como un demonio. Hasta puede parecerse a una mascota, como el de Spielberg.
Alberto García: —¿Crees que el género de ciencia ficción ha influido en la imagen que tiene del futuro la sociedad actual?
Pablo Capanna: —La influencia que ha ejercido es mucho más grande de lo que se cree. En el fondo, todas las ideologías del siglo pasado compartían cierta visión de un futuro dominado por la tecnología, al estilo de Metrópolis, aunque por supuesto diferían en cuanto a cómo alcanzarlo. La carrera espacial es un ejemplo. Pero también lo son las dificultades actuales para imaginar un futuro mejor, que actualmente se traduce en un monótono auge de las distopías.
Quizás cuando superemos la pandemia tendremos que ponernos a pensar en un mundo siquiera más ameno y habitable que el que nos ha tocado.
Alberto García: —Para terminar, el género de ciencia ficción fue despreciado por la crítica literaria en sus inicios, calificado de literatura popular, para adolescentes o jóvenes, con el paso del los años y los avatares del siglo XX se consolidó con un fuerte mercado en el mundo anglosajón y en el resto del planeta y a la vez surgieron autores que traspasaron el nicho del género para convertirse en universales. Hoy en día su impacto en la sociedad, a través de los medios de comunicación y difusión es innegable, se estudia en universidades y la crítica ya no es tan reacia a ello. Según tú opinión por qué una persona debería acercarse a la ciencia ficción, qué le aporta y qué puede esperar de ella.
Pablo Capanna: —A la hora de elegir una carrera, y con la confusión que suele embargar a cualquier adolescente, la ciencia ficción me ayudó a definirme por la filosofía. Pero terminé no haciéndolo en sentido «profesional» sino como buscador de pistas filosóficas en una literatura que estaba llena de ellas. Entiendo que a muchos les servirá para fortalecer el sentido crítico, que permite no quedarse con lo explícito y barajar todas las alternativas.
Claro está que también puede ser pura evasión, lo cual no deja de ser legítimo. Pero hay que tomar la precaución de no quedarnos encerrados en un género: una copa de vino alegra la vida, pero el alcoholismo la arruina.
Alberto García: —Muchas gracias Pablo por tu tiempo.
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