Entrevista a Marcos A. Palacios, autor de
«Fantasía y terror de una mente equilibrada»
Se ha escapado con unos saltos temporales en su Anacronópete hasta el 2020. Enrique Gaspar y Rimbau entrevista a Marcos A. Palacios con motivo del lanzamiento de su libro de cuentos Fantasía y terror de una mente equilibrada. ¿Podrá una eminencia del siglo XIX con un perturbado escritor del XXI?
Me he dado una vuelta por 2020 para entrevistar a uno de los autores que me enorgullece haber editado, alejados estos de los recuerdos del futuro al que tengo acostumbrado a nuestro público incondicional. Hoy me he acercado con mi anacronópete a Marcos A. Palacios, del que la hemos editado su opera prima: Fantasía y terror de una mente equilibrada. Marcos es un singular personaje, que parece extraído de sus propias narraciones… y de la portada del libro, porque su mirada es como un sujeto que desafía lo que estás pensando de él. Y creo que lo sabe.
Enrique Gaspar y Rimbau. Gracias, señor Palacios, por recibirme en esta anacrónica entrevista, y dejar a mi disposición su suntuosa biblioteca en su piso de Alicante. Un escenario ideal para nuestro encuentro.
Marcos A. Palacios. Gracias a usted por interesarse por mi primer libro que, por cierto, ya le he dedicado y firmado el ejemplar que me ha traído. Aquí tiene…
EG. ¡Excelente! Ya me he leído todo el libro, que lo sepa. Y lo que más me ha llamado la atención, es la variedad de géneros que aparecen. ¿A qué se debe esto?
MP. Bien, cuando mi editor leyó mis cuentos, le encantaron. A pesar de que algunos son muy primerizos, pero están muy bien escritos. Con los años he evolucionado, y el año pasado decidimos publicar todos los cuentos que ya tenía escritos hasta esa fecha, porque reflejan muy bien esa primera etapa.
Casualmente, todos tienen un punto en común, ese nexo que los alinea en una misma cadena: acontecimientos que se encuentran entretejidos en nuestra realidad, que no pertenecen exactamente a otro plano, y que a menudo no percibimos. Podemos encontrarnos con un futuro distópico, con un asesinato, con el origen de leyendas urbanas y seres sobrenaturales… La ciencia todavía es muy inexperta, y la física, incluso la mente humana; así que no pueden explicar todo lo que vemos o lo que existe con exactitud. Todo esto es el origen de mis historias.
No presento estos hechos como algo que vienen del más allá, sino que están ahí, en ese punto de nuestras vidas, en un rincón del que nunca nos percatamos ni tenemos tiempo de investigar. De ahí pueden salir muchas cosas buenas, o malas también.
La interpretación de mis historias la dejo a criterio de los lectores. Y no todas esas ideas son mías. Tienes que tener mucho estómago para hacer que un personaje siga unos principios que no son los tuyos, y dotarlo de realismo.
EG. ¿Deja alguna impronta personal en sus historias?
MP. Sí. En ocasiones, diría que la mayoría, son experiencias disfrazadas. ¡No voy a airear mis trapos sucios directamente! Nuestras vidas tienen algo que contar, al fin y al cabo, que le interesa al público, y esas experiencias personales pueden usarse como ingredientes en la ficción, moldearlas y sacarles partido.
Por ejemplo, en Peor que la guerra, aparecen muchos sueños que de pequeño se repetían muy a menudo, y llegaron a ser una obsesión hasta que he conseguido exorcizarlos: las manos, las ratas y las lagartijas, la Chacha… todos forman parte de mis sueños.
La interpretación de mis historias la dejo a criterio de los lectores. Y no todas esas ideas son mías. Tienes que tener mucho estómago para hacer que un personaje siga unos principios que no son los tuyos, y dotarlo de realismo.
EG. Otra de las características de este libro, son sus localizaciones. Muchas de ellas imprecisas, pero la mayoría en España. ¿Qué importancia tiene este punto en su narrativa?
MP. Creo que los futuros son tan «universales» que podrían darse en cualquier lugar. Por ello en mis cuentos de ciencia ficción es donde utilizo más la imprecisión en las localizaciones. En cambio, para otros géneros me gusta hacer hincapié en nuestro país. Es una cultura repleta de mitos, leyendas e historias que merece la pena ser el escenario principal.
Sin ir más lejos, Cruceiro es una novela corta, al final del libro, que transcurre en un pueblo imaginario del mismo nombre, situado en una zona indefinida entre León y las provincias gallegas. La protagonista acude en busca del recuerdo de su bisabuelo, y hallará una pesadilla inimaginable, en la que la misma naturaleza y sus habitantes no parecen ser muy normales. Precisamente es en esta obra donde he puesto muchísimo empeño y de la que me siento muy orgulloso.
Y en La biblioteca de los malditos… no puede haber mejor escenario para un cuento fantástico: Toledo, la ciudad de las Tres Culturas, donde el protagonista, un joven de hoy en día, pero con actitud y estilo de vida decimonónicos, traspasa un umbral extraño que le trasporta a una biblioteca como jamás habría imaginado, alejada de toda explicación espacio-temporal.
En cambio, hay otras historias que por necesidad están localizadas en el extranjero. En El sueño de la razón, a pesar de que no menciono la ciudad donde transcurre, los nombres de sus protagonistas son todos de origen anglosajón. Evidentemente, es un homenaje a figuras históricas y escritores, personajes de series y películas…
Un personaje que ante un contratiempo en seguida se derrumba y huye no sirve para nada, es desechable. No crea historia, no da juego ni resulta interesante.
EG. ¿Qué influencias ha recibido en estos cuentos que acaba de publicar? Porque, de una forma u otra, dispone de un buen fondo de lectura.
MP. Podría decir que Al diablo le gusta leer tiene un fondo a Poe, por el tema del misterio del libro y los terribles sucesos que desencadena, y que Las plañideras del tiempo es un eco a Isaac Asimov; lo escribí después de finalizar toda la saga de Fundación, y necesitaba exteriorizar lo leído.
La verdad, me pone en un aprieto, porque cuando escribo no pienso en nada concretamente, simplemente me sale como me sale.
EG. Tengo entendido que tiene en muy alta estima «las cosas y la vida» decimonónicas…. En mi época se escribe mucho con el sentimiento. Sería propio de usted hacer lo mismo.
MP. La literatura de su época es una de mis favoritas. Existía esa caballerosidad entre personas, lenguaje exquisito e inteligente. Veo esa época como un paradigma de la comunicación entre las personas (las notas, las cartas, tan elaboradas, cordiales y llenas de arte). La literatura no nos engaña y refleja fielmente los códigos de comunicación. Esto lo reflejo perfectamente en La biblioteca de los malditos. El protagonista está muy chapado a la antigua, pero adora esa vida plena enfocada al arte, a la literatura, a las ciencias y la filosofía… todo ello contrasta con el descontrol de estos días. Ese joven es un trasunto de mi propia personalidad.
EG. La tecnología de su siglo no está muy presente en sus cuentos. ¿Hay alguna razón? Actualmente, a finales del XIX, nosotros estamos muy volcados con los nuevos adelantos. Claro que no se puede comparar…
MP. La tecnología está totalmente al servicio del ser humano, que para eso la creó. Puede que la utilice también erróneamente, ahí entra mi crítica. Podría decir que no tienen importancia alguna en el relato. El peso de la ciencia ficción en mis historias recae prácticamente en el ser humano.
En el relato Cuestionar la eternidad hablo mucho de este tema; de la ambición humana, del transhumanismo. Es una especulación sencilla que invita a reflexionar sobre ciertas consecuencias. Las naves espaciales y la tecnología, como habrá comprobado, son solo vehículos en un escenario dramático.
Hay que aceptar las cosas como llegan, tengan o no una explicación, porque si te cierras a un mundo de fantasía, cuando te ocurra una desgracia sufrirás más, no estarás preparado emocionalmente.
EG. ¿Le gustan los finales felices y detallados, que aclaren totalmente lo ocurrido? Lo digo porque a veces creo que sus historias no acaban del todo bien o no explican muchas cosas.
MP. En realidad, no me gusta dar el bocado ya masticado. Quiero que el lector piense y se fije en los detalles. Tampoco me resulta fácil detallar un final. Para mí escribir es reflejar la realidad. Nuestras vidas continúan después de cualquier fenómeno: una muerte, una aventura, un cataclismo, una situación excepcional…
Siempre dejo una puerta abierta. Eso hace picar la curiosidad. Si se fija bien, en Poco que perder apenas se esbozan las razones del horrible acontecimiento y te haces muchas preguntas. Así es como el personaje principal experimenta los sucesos. Lo mismo le sucede al protagonista de La gente de la calle. Nunca podrá explicar por qué suceden esos fenómenos a través de las persianas. ¿Es la luz? ¿Es otro plano de realidad en nuestra propia realidad?
EG. ¿Entonces sus personajes se mueven en estas ideas?
MP. Más o menos. Hay que aceptar las cosas como llegan, tengan o no una explicación, porque si te cierras a un mundo de fantasía, cuando te ocurra una desgracia sufrirás más, no estarás preparado emocionalmente, no comprenderás que la vida es así.
En primera instancia eso es lo que, supuestamente, le ocurre a la anciana de No son más que ratas o al muchacho de El Señor Lápida. Estos dos cuentos son un reflejo de en qué puede convertirnos una experiencia traumática de la que no nos recuperamos, pero que, con la suficiente fuerza, podemos regresar completamente cambiados. Claro que estoy hablando de un plano sobrenatural. Por esa razón procuro que mis personajes, sea cual sea su destino, se enfrenten a él. Un personaje que ante un contratiempo en seguida se derrumba y huye no sirve para nada, es desechable. No crea historia, no da juego ni resulta interesante. Debe estar vivo, y dudar de lo que ve o experimenta, como nosotros.
EG. Como soy un hombre curtido en la escritura —eso huelga decirlo, ya me conoce usted—, quiero que me cuente lo que espera de esta primera publicación. Está en el primer paso de ser conocido a nivel general, masivo, y eso siempre crea expectativas.
MP. Lo que deseo en este sentido es que me lean, me conozcan, y que mis lectores quieran más, esperen el próximo libro con ansiedad, al igual que yo devoro a otros autores que me entusiasman; y mi público sepa que con cada libro que compren van a encontrar lo que buscan y lo que me define. Creo que esta primera antología —más bien, recopilación de todos mis cuentos— que va desde 2015 a 2019, es una buena carta de presentación para hacerse una idea del nivel de mi narrativa que, desde luego, ha mejorado con el paso del tiempo.
EG. Ha sido un placer este breve pero fructífero encuentro, señor Palacios. Le auguro un futuro literario pleno.
MP. Gracias a usted por molestarse en esta travesía al siglo XXI. ¡Que tenga buen viaje!
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