Revista Hélice
Reflexiones críticas sobre ficción especulativa
La prestigiosa revista Hélice, tendrá su versión en papel, de la mano de Gaspar & Rimbau
Gaspar&Rimbau Editorial se complace en informar a sus seguidores, tanto decimonónicos como actuales, del inicio de una nueva aventura editorial: ¡publicaremos y distribuiremos la versión papel de la aclamada revista Hélice, puntera en reflexiones y estudios de ficción especulativa! Nuestra inquietud por los géneros literarios de ficción, la gran acogida que la editorial está teniendo por parte del público y el interés permanente en difundir material de calidad sobre el género, nos ha llevado a colaborar con Hélice para poner nuestro granito de arena en una publicación que admiramos mucho.
Para quienes no conocíais la revista (¿queda alguien en la Tierra que no conozca la revista Hélice?), os invitamos a leer todos sus números gratis en su web. Y para quienes ya sois habituales de la revista y que pedíais a gritos tener una versión en papel para leer y releer en vuestro sofá favorito estamos pasando todos los números a papel y procurando una distribución a la mayor cantidad de países posible. Por lo pronto podéis adquirir la versión en papel del último número en nuestra editorial en Amazon en los siguientes países: EE.UU., Reino Unido, Alemania, Francia, España, Italia, Japón y Canadá. Estamos trabajando para que esté disponible también en diversos países de Latinoamérica.
La edición en papel cuesta 14€ y con cada ejemplar vendido estás colaborando con una publicación reconocida desde el inicio por la alta calidad de sus artículos y el inmenso trabajo detrás de cada número.
Así, esta nueva iniciativa nos lleva a explorar recovecos que tan bien encajan con nuestra filosofía y la de nuestro director y viajero en el tiempo, Don Enrique Gaspar, y colaborar como medio para hacer llegar a mayor número de aficionados y lectores, nacionales e internacionales, una publicación veterana y referente en cuanto a revistas de crítica literaria se refiere. ¡Por eso deseamos que esta noticia sea motivo de celebración! ¡Ya tenemos como primeros afiliados a todos los autores de proto-ciencia ficción dentro y fuera del Viejo Mundo!
Revista Hélice es digital y gratuita, contiene a pequeña escala artículos, críticas y ensayos literarios centrados en la ficción especulativa. Se autodefine como académica, de ahí su alta valoración que la coloca al margen y por encima de muchas publicaciones similares. Por esa misma razón, ¡la revista seguirá siendo completamente gratuita!, lo que significa que Gaspar&Rimbau Editorial se compromete a mantener y respetar el espíritu con que fue creada. A pesar de que en la actualidad es muy fácil y rápido acceder a un producto digital, estamos seguros de que la edición en papel y gratuita de Revista Hélice otorga un plus a su difusión. Y don Enrique Gaspar lo agradecerá, ¡pues él prefiere el papel antes que las frías pantallas modernas!
Creada en su origen por la Asociación Cultural Xatafi, y siempre gratuita desde sus comienzos, fue nominada en muchas ocasiones a los Premios Ignotus y ganadora de tres de ellos ―mejor revista en 2008 y 2009; mejor artículo en 2008―. Su trayectoria cuenta con nombres en mayúsculas de los medios actuales de la literatura y ensayo en lengua española. Hace seis años se apuntó un extra: incorporar artículos en inglés; salto cualitativo en el espacio que hace aumentar así las probabilidades de que continúe marcando el norte en el círculo de la literatura de ficción y fantasía.
Mucho se sigue hablando sobre el menosprecio hacia este género literario en el Ateneo de las letras universales, pero en Revista Hélice ha quedado claro que, desde hace décadas, no es así. La prueba es el grado de reflexión, comparación y teorización de sus artículos, que rondan desde los más antiguos vestigios de nuestra lengua hasta el panorama actual literario, con base, siempre, en los mejores redactores: en el número #29 correspondiente a otoño/invierno 2020-21, figuran Moshe Pinchuk, Pedro Pujante o Andrés Torres Scott, entre otros. También es asidua Teresa López-Pellisa.
Esto es lo que dota a Revista Hélice del gen distintivo en cuanto a publicaciones literarias, serias y exigentes. Y con Gaspar&Rimbau Editorial marcará una nueva etapa que auguramos brillante, especulando siempre en positivo y para que, en el futuro, ¡podamos sentirnos orgullosos al mirar atrás! Nosotros estamos eufóricos por dotar a Revista Hélice de su nuevo soporte en papel y podáis disfrutar de forma gratuita de esta experiencia.
Hablando con propiedad de la fantasía épica
Índice
- Hablar de la fantasía épica desde una cultura cocacolonizada
- El revoltijo de la fantasy como ejemplo del todo vale
- Los mundos secundarios épico-fantásticos
- Fantasía épica y fantasía maravillosa
- Fantasía épica y fantasías históricas y míticas
- Fantasía épica y fantasías fabulísticas
- Fantasía épica y fantasías políticas y prospectivas
- Fantasías épica y fantasías liminares
- Conclusión: ¿cómo saber si lo que leemos y vemos es fantasía épica o no?
Hablar de la fantasía épica desde una cultura cocacolonizada
Hoy no parece existir la verdad, sino las verdades que convengan en cada momento al grupo hegemónico de turno y sus modas ideológicas, también en lo que aquí nos importa, la literatura de ficción. Sin necesidad alguna de alto tan tosco como un Ministerio de la Verdad que nos dicte cómo fue realmente el pasado, las mañas más sutiles de quienes poseen el poder económico, político y cultural nos arrebatan nuestro derecho a acercarnos en lo posible a la verdad, ideal de nuestros antepasados prepostmodernos, mediante el procedimiento más fácil y efectivo de hacernos olvidar la diversidad y riqueza de la literatura anterior al triunfo del modelo best-seller. Se nos hace creer mediante campañas de propaganda (quizá hasta involuntarias) que, por ejemplo, la fantasía épica fue, al igual que la ciencia ficción, una invención de la cultura que nos dicta hoy cuál es la verdad, la de la angloesfera. Como apenas se consume otra cosa que fantasía épica (mal) traducida del inglés, muchos tienden a creer que la situación siempre fue igual, sin parar mientes en que no remonta a la noche de los tiempos la actual colonización cultural que sufrimos (o disfrutamos, vaya usted a saber, que aquí no vamos a discutir si la colonización es buena, mala o regular).
Nuestra ignorancia de nuestro pasado, salvo del que conviene a los poderosos que recordemos para llevarnos de la manita adonde ellos quieren, hace el resto. Ni un país antaño tan excesivamente amigo de lo suyo como Francia se libra hoy en día, porque allí tampoco se sabe nada de su propia fantasía épica anterior a la cocacolonización si no se lo cuenta algún erudito anglófono por milagro excelente conocedor de, como mínimo, una lengua y cultura extranjeras. Allí se reeditó una novela de 1904 como primera obra de fantasía épica inglesa únicamente después de que Brian Stableford la hubiera traducido al inglés, con un breve prólogo, tan sustancioso como todos los suyos. Si conocieran su propia tradición, se habrían dado cuenta de que no solo la fantasía épica maduró primero en Francia, sino que también los creadores de la high fantasy inglesa y norteamericana, desde Lord Dunsany hasta Clark Ashton Smith, tomaron temas e incluso estilo de los decadentes y simbolistas franceses. A su vez, estos no eran sino una manifestación nacional especialmente rica de un movimiento con representantes igual de preclaros en toda Europa, también en lo que la fantasía épica se refiere. Una historia comparada de los orígenes de este género de ficción nos lo revelará sin duda. Pero antes de acometerla, hace falta saber exactamente de lo que estamos hablando.
En efecto, para contar la historia de algo, haría falta primero saber qué es ese algo. Una historia sin una previa delimitación de su objeto se expone a irse por las ramas y que la historia se vuelva algo tan inmenso como lo era en la Edad Media, cuando las crónicas de Castilla contaban la historia del reino desde el padre Adán o la llamada Gran Historia a la Harari, que por poco nos lleva más allá, al Big Bang como mínimo. Escribir una historia de la fantasía épica que empiece desde los albores de la historia de la literatura, con las epopeyas y mitos sumerios, equivale a volver a contar buena parte de toda la literatura, ya que es muchísimo lo que, desde antiguo, pertenece al ámbito de lo épico y lo fantástico fabuloso. ¡Si hasta el Quijote es, amén de épico, fantástico! ¿O es que es realista que el demente caballero se pasee por medio de los países castellanos y catalanes sin que nadie lo encierre en el manicomio del Nuncio de Toledo, como le pasó al Quijote de Avellaneda, que sí es una novela realista?
Aun rebajando el ahondamiento cronológico a la era contemporánea posterior a la Revolución Industrial, lo que se tiene por fantasía épica es tan amplio que casi es cualquier cosa. Y si algo puede ser cualquier cosa, es que no es nada. Hay que delimitar claramente qué entendemos por «fantasía épica» para poder hablar con un mínimo de propiedad de su historia. Para hacerlo, lo primero es ver consultar la bibliografía de referencia, empezando por la más nutrida en lengua inglesa.
El revoltijo de la fantasy como ejemplo del todo vale
Para intentar saber qué es la fantasía épica, se puede empezar consultando el libro de referencia más conocido sobre el tema, The Encyclopedia of Fantasy editada por John Clute (1995; versión gratuita en versión gratuita en línea: http://sf-encyclopedia.uk/fe.php), veremos que, salvo la ciencia ficción y otras modalidades de la «imaginación razonada» como la ficción utópica o la ucronía (historia alternativa), caben en la denominación de fantasy todas aquellas ficciones en que intervengan elementos sobrenaturales. La fantasy sería, pues, poco menos que cualquier cosa que no pretenda ser una copia de la realidad de nuestro mundo, en el pasado (ficción histórica), el presente (literatura policial, de costumbres, etc.) o incluso el futuro (ciencia ficción, por presentarse generalmente como una supuesta copia fiel de un universo fenoménico prospectivo). Con este grado de rigor, todo lo sobrenatural sería fantasy, pero esto no nos sirve de mucho. Incluso si nos limitamos al cajón de sastre o revoltijo que significa el término en inglés, decir que lo sería toda la literatura con elementos fantásticos tampoco sirve de mucho para distinguir una especie de ficción que tiene tanto derecho como otras a contar con una caracterización lo más precisa posible.
Cualquier lector aficionado sabe que una historia de fantasmas es clara y esencialmente distinta de una historia de espada y brujería al estilo de las de Conan, que una fábula de Esopo está más lejos de las historias de A Game of Thrones [Juego de tronos] de lo que están estas últimas de las del ciclo asimoviano de la Fundación, por ejemplo. Poner todas estas ficciones en el mismo saco por su «sobrenaturalidad» y poner en otro la ciencia ficción, que tampoco es que suela observa las leyes naturales de nuestro universo. A este respecto, piénsese en la facilidad con que se viaja a una velocidad superior a la de la luz, cosa más imposible que la propia existencia de los orcos en un hipotético planeta lejano.
Para delimitar mejor el concepto de fantasy, que es la operación ineludible antes de proceder a su estudiarla y narrar su historia con una mínima seriedad, podemos empezar extrayendo del revoltivo que entraña la palabra en inglés una parte que a menudo se denomina en esa lengua high fantasy y que en castellano denominamos fantasía épica. A continuación, podemos observar que esta high fantasy tiene un canon oficioso de obras que desarrollan su trama en unos mundos imaginarios peculiares. Cabe preguntarnos entonces qué cuáles son las características distintivas de esos mundos y la manera en que su funcionamiento peculiar determina lo que puede entenderse por high fantasy, en contraposición a otros géneros de ficción. ¿Qué tienen en común mundos ficticios (sub)creados, entre otros, por Lord Dunsany (Pegāna), Robert H. Howard (Hyboria), Fletcher Pratt (Dalarna), J. R. R. Tolkien (Middle-earth), L. Sprague de Camp (Novaria), Ursula K. Le Guin (Earthsea), Samuel Delany (Nevèrÿon) y George R. R. Martin (Westeros)? Podríamos empezar postulando que todos esos mundos son plenamente inventados, que son completos y autónomos con respecto al universo fenoménico, y que tienen sus leyes propias y su propio orden físico y metafísico. Es este orden el que funda su funcionamiento coherente y su carácter cerrado. Estos mundos de ficción, es decir, mundos secundarios son universos distintos al primero o primario, es decir, a aquel fenoménico en que desarrollamos, bien o mal, nuestras vidas cada día.
Los mundos secundarios épico-fantásticos
Para saber lo que es la fantasía épica, es imprescindible empezar por examinar sus universos creados. Los mundos secundarios de la fantasía épica no pretenden ser una copia del mundo primario, como simulan ser las narraciones llamadas realistas, ni tampoco el resultado de un proceso de extrapolación o analogía racionales que produzca racionalmente un mundo anticipado, como en la ficción prospectiva, comúnmente llamada ciencia ficción. Los universos ficticios de la fantasía épica tienen sus propios parámetros espaciales y temporales descritos con precisión, su propio orden social y ontológico, y su propia causalidad, que puede ajustarse o no a las leyes naturales de nuestro universo primario, pero que son coherentes y lógicas dentro de esos universos ficticios. Por eso admite, en consecuencia, entes y fenómenos que, en los mundos de la ficción mimética (y también de la fictocientífica), serían sobrenaturales o, simplemente, anaturales, tales como la magia, la intervención física de seres con poderes divinos, etc. No obstante, tampoco es obligatorio que las leyes de ese mundo sean ajenas a las que rigen el universo donde vivimos. Un mundo secundario puede atenerse básicamente a las leyes del mundo primario sin dejar de ser secundario, siempre que sea plenamente independiente y tenga su propio orden metafísico, como lo es, por ejemplo, el de Escuela de mandarines (1974), de Miguel Espinosa. Esta afirmación vale tanto si tal mundo secundario está localizado en lugares imaginarios dotados de nombre propio como si permanece en una vaguedad onírica o simbólica, tanto si se encuentra en una geografía inventada como si su espacio coincide con alguno de la Tierra que haya existido realmente, pero al que se le haya despojado de su historicidad, como hizo Rafael Sánchez Ferlosio con la Iberia prerromana en su novela épico-fantástica sin elementos sobrenaturales El testimonio de Yarfoz (1986).
Fantasía épica y fantasía maravillosa
Una vez distinguidos los mundos de la fantasía épica de los mundos ficcionales de género histórico, conviene distinguirlos de sus opuestos, de aquellos prescinden completamente la Historia. Hablamos de los mundos maravillosos completamente desligados de la realidad fenoménica y que, por ser independientes de esta, podría parecer mundos épico-fantásticos. De hecho, las fantasías maravillosas (sobre todo los cuentos de hadas) constituyen la modalidad que con más facilidad podría confundirse con la fantasía épica.
Sin embargo, existan o no elementos sobrenaturales, especialmente la magia, en un mundo secundario épico-fantástico, su construcción ficcional es diferente a la que suele encontrarse en la fantasía maravillosa. En esta última, la presencia de la magia o fuerzas equivalentes se da por sentada, como una convención genérica que no hace falta explicar. En el cuento de hadas existen marcas explícitas de ficcionalidad que rompen la ilusión de realidad desde el inicio. Así, en castellano, la fórmula «érase una vez» señala la convencionalidad de los hechos narrados y, en consecuencia, su manifiesta irrealidad. Esa convencionalidad se extiende a los personajes (príncipes, brujas, etc.), cuya personalidad es normalmente la fija de los tipos prefabricados, mientras que los héroes de la fantasía épica actúan como verdaderos personajes, con sus vivencias, pasiones, contexto social y medio geográfico y mitohistórico.
Todo ello sugiere que la fantasía épica obedece a unos criterios de verosimilitud ficcional diferentes a los del cuento de hadas. La verosimilitud de los personajes y de su medio funda la creencia en la realidad del mundo secundario épico-fantástico durante la inmersión lúdica y artística en él a la que se procede durante su lectura. Sin embargo, no debemos olvidar que, si bien la verosimilitud de la fantasía épica se alcanza siguiendo procedimientos parecidos a los de la ficción mimética, el mundo secundario épico-fantástico es esencialmente distinto, al serlo también sus premisas metafísicas. No basta con que la ficción se desarrolle en un espacio cuyo nombre indique que no se trata de una realidad presente o pasada de la Tierra. Si así fuera, cabría clasificar en la fantasía épica las ficciones ruritánicas, las cuales se desarrollan en reinos imaginarios en el contexto de la Belle Époque europea, tales como El saludo de las brujas (1898), de Emilio Pardo Bazán. Incluso las novelas miméticas de Benito Pérez Galdós ambientadas en ciudades provincianas imaginarias, tales como la Orbajosa de Doña Perfecta (1876), podrían considerarse épico-fantásticas, algo a lo que ni siquiera se han atrevido a afirmar los teóricos anglosajones y sus seguidores cocacolonizados.
Fantasía épica y fantasías históricas y míticas
A diferencia de las ficciones miméticas o realistas, es el orden ontológico propio y autónomo de un mundo secundario lo que constituye una de los principales rasgos definitorios de la fantasía épica y que la distinguen de otros géneros de ficción que, igual que fantasía maravillosa, admiten la magia o fenómenos imaginarios similares (por ejemplo, intervenciones divinas) y, en consecuencia, un funcionamiento del mundo ficticio imposible en nuestro universo. Esto último se produce, por ejemplo, en las fantasías históricas (a menudo arqueológicas) en las que una ambientación en una geografía y época concretas y documentadas por la historia, incluso legendaria, es compatible con la intervención de poderes sobrenaturales, como los de las brujas que celebran aquelarres en la Euskaria (Vasconia) en lucha contra el invasor romano en «La leyenda de Lelo» (Los últimos iberos, 1882), de Vicente de Arana.
También es común esa intervención en las fantasías caballerescas europeas de raigambre medieval, con sus encantadores de ambos sexos, dragones, filtros de amor y otros elementos sobrenaturales, como el relato «Edirn y la hamadríada» (Del antaño quimérico, 1905), de Luis Valera. Y lo es también en las fantasías exóticas inspiradas, por ejemplo, en la materia fabulosa árabe (por ejemplo, el poema narrativo «Las aventuras de Cide Yahye», de Juan Valera, publicado primero en sus Poesías de 1858) o en otros acervos y escenarios de culturas no europeas, como «El caudillo de las manos rojas» (1858), de Gustavo Adolfo Bécquer.
Aunque tanto las fantasías caballerescas como las que responden a actitudes orientalistas se consideran a menudo épicas, el hecho de que su cosmovisión esté tan inspirada en el cristianismo o en cualquier otra religión viva como la de las fantasías teológicas protagonizadas por mundos y entes divinos de tendencia alegórica (por ejemplo, Andrógino, epopeya en prosa de José Antich publicada en 1904) o de las fantasías póstumas ambientadas en los mundos de ultratumba del acervo religioso (por ejemplo, «El pórtico de la gloria», cuento de Benito Pérez Galdós publicado en 1896), liga todas estas fantasías de manera esencial a una cultura que es aún la nuestra y, por lo tanto, su mundo ficcional no guarda total autonomía con respecto al mundo primario.
Además, aunque dejaran de existir creyentes en las religiones hoy vivas, monoteístas o no, persistiría el vínculo con una realidad histórica específica, vínculo que también mantienen aquellas en que los entes sobrenaturales proceden de mitologías antiguas. Aunque estas no sostengan ya prácticas y ritos religiosos vivos, lo hicieron en el pasado, de manera que el mundo ficcional en que aparezcan no será una creación integral y autónoma de nueva planta. Por eso, las fantasías mitológicas son claramente fantasías, pero tampoco son fantasías épicas si su panteón o personajes procede de acervos mitológicos existentes, como ocurre en la novela Menesteos, marinero de abril (1965), de María Teresa León. Algo análogo se puede afirmar de las numerosas fantasías atlantológicas, con elementos sobrenaturales o no, como «La diosa velada» (Del antaño quimérico, 1905), de Luis Valera. En estas últimas, la Atlántida no es un mundo secundario plenamente inventado, ya que procede en última instancia de la correspondiente leyenda platónica, por lo que no cabe su inclusión en la fantasía épica propiamente dicha.
Fantasía épica y fantasías fabulísticas
Las fantasías históricas, como las inspiradas por la leyenda platónica de la Atlántida, o las míticas, como las inspiradas por cualquier religión que existe o haya existido son anteriores a la fantasía épica y, como no podía ser menos, influyeron en su génesis. De hecho, la dimensión especulativa de la fantasía épica se suele construir por analogía con los mitos, creencias, costumbres y ordenamiento de las sociedades antiguas y exóticas, antes desconocidas o no estudiadas científicamente, que la Arqueología, la Mitografía, la Filología y la Etnografía modernas han ido revelando al público europeo y americano desde al menos los inicios del siglo XIX. En consecuencia, aunque la fantasía épica pueda tener precedentes en la Historia de la Literatura, se trata de una clase de ficción que surge en el contexto occidental moderno. Esto puede explicar la apariencia mítica o legendaria de la fantasía épica, que deriva de su frecuente ambientación en un período del pasado muy alejado en el tiempo (a veces, también en el espacio en el caso de las historias ambientadas fuera de la Tierra).
Se trata, además, de unos mundos que, a diferencia del fenoménico, admiten a menudo, como señalamos arriba, la acción de fuerzas sobrenaturales y la intervención de figuras no humanas, generalmente de carácter inventado y anatural, esto es, no se trata de personajes de minerales, vegetales o animales antropomorfizados, que son las criaturas que protagonizan las fantasías fabulísticas, incluidas aquellas cuyos mundos ficticios son autónomos, como el de las hormigas de «Formio xxvi» (1890; Artículos de fantasía, 1894), de Sinesio Delgado. Por ello, al faltar en la fantasía épica las referencias históricas y naturales exactas del mundo primario que sirven de referencia a las fantasías históricas, mitológicas, teológicas o fabulísticas, aquella puede resultar difícil de comprender y aceptar para unos lectores y espectadores acostumbrados a las convenciones de la ficción mimética triunfante en la Modernidad. Por otra parte, el sumo alejamiento de sus mundos secundarios en el tiempo y el espacio puede facilitar la creencia en la verosimilitud realista de los elementos de la fantasía épica contrarios a las leyes naturales de nuestro universo, pues tales elementos se suelen considerar propios de la cosmovisión de las sociedades premodernas.
Fantasía épica y fantasías políticas y prospectivas
Dados sus orígenes en la conciencia moderna de la existencia de civilizaciones desaparecidas, con sus mitos, leyendas y tecnología no maquinista, la fantasía épica es alérgica a la presencia activa de tecnología posterior a la Revolución Industrial. Esta supondría una contaminación de la realidad contemporánea que parece ser ajena a la fantasía épica propiamente dicha, tal como se ha ido constituyendo modernamente como ficción de mundos secundarios temporal y espacialmente exóticos. Esto es así incluso cuando tal contaminación se produce en el seno de mundos secundarios dotados de amplia autonomía y sin una adscripción religiosa determinada, ni una localización geográfica o cronológica concretas, como serían los países imaginarios que sirven de parábolas de distintos ordenamientos sociopolíticos en fantasías políticas como el drama Anastas o el origen de la Constitución (1971), de Juan Benet. En cambio, la ausencia de tecnología postindustrial y la presencia de elementos fabulosos en un futuro normalmente muy lejano que funciona con leyes distintas a las de nuestro universo facilitan construir mundos secundarios plena y metafísicamente distintos al fenoménico, a la manera de la fantasía épica.
Es el caso, por ejemplo, de la modalidad ficcional que en la angloesfera se suele denominar dying earth fiction (ficción de la Tierra moribunda) y que podríamos llamar en castellano fantasía prospectiva, en la que cabe clasificar una novela como Temblor (1990), de Rosa Montero, cuya heroína se enfrenta a un opresivo matriarcado distópico y está dotada de poderes mágicos (por ejemplo, la «mirada preservativa» que opone al avance de la entrópica niebla que está haciendo desaparecer su mundo). Dada la inventada peculiaridad del orden metafísico que subyace a tal mundo, la mera ambientación en el futuro no justifica considerar que esta y otras fantasías prospectivas forman parte de la ciencia ficción, el género de anticipación por excelencia. Al tratarse de mundos secundarios autónomos y cerrados no tecnológicos, podrían caber mejor dentro de la fantasía épica.
Fantasías épica y fantasías liminares
La fantasía épica puede ambientarse en el pasado legendario o en un futuro tan lejano que se vuelve asimismo legendario. Pero ¿podría ambientarse en el presente, como ocurre en los numerosos ejemplos en los que un personaje de nuestro mundo primario accede a un mundo secundario en el marco de la ficción? Este mundo secundario puede tener aire épico-fantástico y ser, además, autónomo y específico ontológicamente, pero en ese caso no sería cerrado. Así ocurre sobre todo cuando el mundo primario sirve de marco al secundario. La ficción se inicia ahí en forma mimética en el mundo primario representado y luego se produce el acceso desde este al mundo secundario por medios no miméticos, a diferencia de los viajes imaginarios de la (proto)ciencia ficción (por ejemplo, El archipiélago maravilloso [1923], de Luis Araquistáin) o las ficciones sobre mundos perdidos (por ejemplo, Món mascle [1971] / Mundo macho [1998], de Terenci Moix). En cambio, la llegada al mundo secundario en la fantasía épica se produce atravesando algún límite o confín cuyo efecto no tiene explicación desde el punto de vista del funcionamiento normal del mundo fenoménico.
Ese límite que se franquea puede ser virtual (un ensueño, una transferencia psíquica, etc.) o material, como el armario que sirve de comunicación entre nuestro mundo arrasado por la Segunda Guerra Mundial y el fabuloso de Narnia en la correspondiente serie de novelas de C. S. Lewis. Este armario funciona, pues, como un umbral o un portal, tal como indica el nombre inglés de portal fantasy empleado en este género de ficciones, para el cual proponemos la denominación castellana de fantasía liminar, ya que liminar designa lo relativo al umbral o la entrada. Esta entraña siempre la existencia de un vínculo directo la realidad mimética, lo que anula la completa autonomía del mundo secundario. En fantasías liminares como las que constituyen la trilogía de Memorias de Idhún (2004-2006), de Laura Gallego, la experiencia ficcional no es inmersiva como lo es en la fantasía épica propiamente dicha, en la que el lector se ve confrontado desde el principio y sin mediadores ni mediaciones con un mundo desconocido, cuyas leyes ha de entender a partir de los indicios ofrecidos por la propia ficción.
Conclusión: ¿cómo saber si lo que leemos y vemos es fantasía épica o no?
La búsqueda de la inmersión propia en el tiempo de la lectura de la fantasía épica se puede considerar una de sus grandes características distintivas. La inmersión se produce no en cualquier clase de mundo secundario, sino en aquellos que los autores construyen atendiendo a las exigencias de la verosimilitud realidad, de acuerdo con las ciencias humanas (principalmente, Historiografía, Mitografía y Etnografía). El mundo resultante tiene un carácter legendario y exótico, tan alejado de la Modernidad industrial y la Postmodernidad digital que admite entes y sucesos sobrenaturales ajustados a una cosmovisión antigua, propia de las civilizaciones paganas muertas del pasado. Esta ambientación no basta, sin embargo, para definir la fantasía épica, pues existen numerosas ficciones históricas y arqueológicas ambientadas en civilizaciones de aquel tipo. Lo que define estructuralmente a los mundos secundarios de la fantasía épica hasta el punto de que la falta de alguno de sus elementos esenciales permite negar a cualquier ficción que lo parezca la categoría taxonómica de fantasía épica es otra cosa. Repetimos: «Los universos ficticios de la fantasía épica tienen sus propios parámetros espaciales y temporales descritos con precisión, su propio orden social y ontológico, y su propia causalidad, que puede ajustarse o no a las leyes naturales de nuestro universo primario, pero que son coherentes y lógicas dentro de esos universos ficticios». Y si somos reacios a consideraciones demasiado teóricas, la fantasía épica nos ofrece un indicio lingüístico muy fácil de reconocer.
Se trata simplemente de los nombres propios, tanto de lugar como de persona. La onomástica y toponimia imaginarias (o correspondientes a realidades históricas diversas y ajenas al mundo ficticio creado) indican claramente que el universo ficcional puede estar inspirado en mitos o sucesos existentes en el mundo fenoménico, pero que no se refieren a este. La creación de nombres es una sinécdoque de la creación del mundo ficcional autónomo en la fantasía épica. En otras palabras, si nos encontramos, como en las novelas caballerescas decimonónicas de William Morris, con mundos secundarios aparentemente autónomos, pero en los que los personajes se llaman como se podrían llamar en la Edad Media (digamos, Arthur o Ralph) y en los que se mencionan lugares como la ciudad de Roma como existentes dentro de ese mundo, no hará falta romperse las meninges para llegar a la conclusión de que eso no puede ser fantasía épica, se pongan como se pongan quienes no comprenden que el estudio de la ficción puede ser tan riguroso como el de una ciencia natural (por ejemplo, la Botánica). Basta para ello utilizar un método que busque las constantes estructurales, en vez de perderse entre las ramas de lecturas impresionistas a las que un lenguaje seudotécnico no ha de engañar a quien no se deje embaucar por el todo vale postestructuralista, postmoderno, posthumano y postcultural, es decir, por esos post que nos indican claramente de dónde venimos, pero no nos dicen adónde vamos, porque quizá no vamos a ningún sitio y estamos dando vueltas como estúpidos conejillos de indias en una rueda infinita.
Revista Hélice Nº28
- Miscelánea
– Francisco J. Jariego, «¿Qué puede hacer la ciencia ficción con el futuro?: reflexiones sobre la ciencia ficción, la innovación y el futuro en España»
– Ian McDonald, «Las caídas: una historia de Luna»
- Reflexiones
– Laura González Herrero, «A Tenacious Ragdoll among Monsters: Sally’s Identity in Nightmare Before Christmas (1993)»
– Jonathan Hay, «What’s a Little Monotony?: The Mundane Foundation of Isaac Asimov’s Robot Stories»
– Rocío Hernández Arias, «Narrar el futuro: 1945. El advenimiento del comunismo libertario (1932), de Alfonso Martínez Rizo»
– Jan Levin Propach, «“Rick, Can We Not Leave Without My Sister?” — “Urgh. You Have Infinite Sisters, Morty. Not that I Want to Spend the Rest of My Day Looking for Another One.” On the Metaphysical Foundations of Rick and Morty»
– Pedro Pujante, «Valis: la duda ontológica como subterfugio del yo»
– Javier Zapata Clavería, «Cuerpo, memoria y melancolía: distopía de los afectos en “La mujer de Lot”, de Elia Barceló»
- Crítica
– Marta Pascua Canelo, «Extrapolación 2029 o la huida hacia el presente»
– Mikel Peregrina Castaños, «Cuadros de costumbres de anticipación: otra clave en el desarrollo del género de la ciencia ficción en España»
- Recuperados
– Raul Brandão, «Tres versiones de un “dios” épico-fantástico»
– Teófilo Braga, Édouard Ducoté, «Celebrando la futura paz mundial: dos utopías ceremoniales»
– Luís Delfino, Àngel Guimerà, Gabriele D’Annunzio, Éphraïm Mikhaël, George Coșbuc, Gian Fontana, «Sexo y violencia en seis epilios de fantasía épica panlatina»
– Pavel Vasici-Ungureanu, Teófilo Braga, Pompeu Gener, «Escrituras del saber humanístico (geografía, historiografía, mitografía) y mundos épico-fantásticos: tres ficciones científicas»
– Eça de Queirós, «La batalla del Caya»
– Ernesto Ragazzoni, «La tierra que arde»
– Guillermo Valencia, «Future»
Revista Hélice Nº27
Hélice 27
Publicada en 6 diciembre, 2019por ismael
- Reflexiones
– Mikel Peregrina, «Domingo Santos, decano de la ciencia ficción española»
– J. López Arias, «La Guerra Civil en la historia alternativa española: En el día de hoy, de Jesús Torbado»
– Isabel Clúa, «Madres tenebrosas y heroínas despechadas: avatares de lo femenino en Sagrada, de Elia Barceló»
– Dale J. Pratt, «Las joyas de La red de Indra: las cosmologías sublimes y Juan Miguel Aguilera»
– Mariano Martín Rodríguez, «La ucronía en España: las dos primeras novelas del ciclo de Tinieblas, de Eduardo Vaquerizo, en su contexto literario»
– Teresa López-Pellisa, «Alucinadas I y II: el retorno de Metis y las escritoras españolas de ciencia ficción»
– Irene Sanz Alonso, «Intersecciones humanas y no humanas en las novelas de Bruna Husky, de Rosa Montero»
- Crítica
– Miguel Ángel Albújar Escuredo, «Caja de fractales (2017), una novelita de ficción especulativa o cómo vivir en el antropoceno»
– Sara Martín Alegre, «Babel Fish Urgently Needed: Lingua Cosmica, or the Difficulties of Accounting for the Transnational Traditions in Science Fiction Using English»
– Juan Manuel Santiago, «Fuimos los primeros»
- Recuperados
– Antoni Lange, “The Master of Time”
– Gabriel Alomar, “The Domestication of the Gods”
– Raul Brandão, “Voluptuousness and Love” and “Aborted Spring”
– Georg Kaiser, «La isla de los hombres milenarios»
– Ficciones neoapocalípticas panlatinas (Antônio Gonçalves Dias, Arturo Graf, Jehan Maillart, Anicet de Pagés de Puig, Leconte de Lisle, Edmond Haraucourt, Jean Richepin, Artur Enășescu, Augusto dos Anjos, André Saglio, Ramon Reventós, Maurice Magre)
– Fantasía épica panlatina: lugares simbólicos (Claude Couturier, Jeroni Zanné, Gabriele D’Annunzio, Stuart Merrill, Maurice Magre, Jehan Maillart, Șt. O. Iosif, Gabriel Alomar, Raul Pompeia, Arturo Graf, Nicolae Iorga, Gian Fontana)
Revista Hélice Nº26
Revista Hélice Nº26
- Revista Hélice Nº26 en PDF
- Editorial
- Miscelánea
– Mary Shelley (Fernando Ángel Moreno): «Análisis autobiografista de Frankenstein o el postmoderno Prometeo»
– Mariano Martín Rodríguez: «El totalitarismo horizontal en la vida y en la literatura» - Reflexiones
– Lidia María Cuadrado Payeras: «Mapping the MaddAddam Trilogy and The Heart Goes Last: A Cartography of Margaret Atwood’s Posthumanisms»
– María Isabel Escalas Ruiz: «Los personajes infantiles en las producciones bajo el sello Spielberg: emoción y posthumanismo en A.I. Inteligencia Artificial (2001)»
– Sara Martín Alegre: «Grietas en el Nirvana feminista: una lectura bifurcada de Tiempos de gloria de David Brin» - Bibliografía
– Mariano Martín Rodríguez: «Bibliografía de tipo académico. Cuarto complemento» - Crítica
– Mariano Martín Rodríguez: «Un panorama de las distopías españolas en la era de la queja»
– Juan Manuel Santiago: «Juan García Atienza, Cuentos escogidos» - Recuperados
– Santiago Ramón y Cajal: «Letter from a Slave-Maker Ant (Polyergus Rufescens) to the Queen of Its Anthill, Written During Its Trip Through Europe»
– Emilia Pardo Bazán: «In the Caves»
– Pompeo Bettini, Alexandru Macedonski, Joaquim Ruyra y Gian Fontana: «Anticiencia ficción: cuatro apocalipsis erróneos»
– Aleksandr Ivánovich Kuprín: «El paraíso»
– Marcel Schwob: «Los orígenes del diario: la Isla de los Diariales»
– Nestor Vítor: «Fantasy y distopía: «Hiranyo y Garbha»»
Revista Hélice Nº25
Revista Hélice Nº25 versión PDF
- Editorial
- Miscelánea:
- -Sara Martín Alegre: «El año Pedrolo en Hélice: Las civilizaciones son mortales»
- -Sara Martín Alegre: «The Pedrolo Year in Hélice: Civilizations are mortal»
- Reflexión:
- -Andrea Atrio Albano: «Mujeres silenciadas: La representación del género y la técnica narrativa en el videojuego The Last of Us de Naughty Dog»
- -Marc Baltà Lupión: «‘Bodies, Connections and Defying the System’: Gender and Sexuality in the Wachowskis’ Sense8»
- Bibliografía
- -Mariano Martín Rodríguez: «Bibliografía de tipo académico. Tercer complemento»
- Crítica
- -Juan Manuel Santiago: «Historia de la ciencia ficción en la cultura española»
- -Mariano Martín Rodríguez, «Una taxonomía integral de la utopía literaria»
- -Sara Martín Alegre: «The Tainted Atmosphere of Martian Politics»
- -Sara Martín Alegre: «La atmósfera viciada de la política marciana»
- Entrevista
- -Sara Martín Alegre: «Martian Politics and the Hard-Boiled Anti-Hero: Richard Morgan’s Thin Air»
- -Sara Martín Alegre: «La política marciana y el antihéroe curtido: Thin Air, novela de Richard Morgan»
- Recuperados
- -Antonio Flores: «The Publicity Tree»
- -Juan Iturralde y Suit: «The Isle of Penelopides»
- -Emilia Pardo Bazán: «Cometary»
- -Raul Pompeia y Leconte de Lisle: «Dos poemas visionarios apocalípticos»
- -Valeri Yákovlevich Briúsov: «La rebelión de las máquinas»
- -Radoje Domanović y Svetolik Ranković: «La pérdida del aoristo: dos cuentos serbios de anticipación»
- -Paul van Ostaijen: «Dos ficciones vanguardistas»