El pasado del futuro… en imágenes

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La idea de un futuro, con cambios en el modo de vivir, en las formas de vestir, comer, acceder a los transportes o de cambios sociales más profundos; económicos, políticos o territoriales, se va observando poco a poco desde finales del siglo XVIII y toma empuje en el siglo XIX en la literatura. Autores de anticipación social y científica, como un Butler o un Bellamy, recrean utopías de cómo podría ser ese futuro, uno sin máquinas otro con el triunfo pacífico del socialismo, otros como Herbert George Wells a través de sus obras va elaborando su propio concepto de utopía, también de carácter socialista, aunque recrea mundos terribles surgidos de la evolución, involución, del sistema capitalista salvaje que le tocara observar, su mundo del 802.000 de La Máquina del Tiempo con sus Eloi y Morloks es ejemplo de ello.

A nivel más popular a finales del siglo XIX y antes del estallido de la primera guerra mundial hubo reflejos, visiones, sobre cómo sería el futuro a corto y medio plazo. Son imágenes de ilustradores conocidos o anónimos que  muy al estilo del actual subgénero del steampunk en el que la moda y comportamientos victorianos y eduardianas se unen a máquinas estrambóticas, ideas alocadas de transporte o vivienda o formas de aprendizaje intuyen el verdadero futuro a treinta, cincuenta o cien años. He aquí unos cuantos ejemplos:

Una serie de tarjetas postales impresas en la Alemania guillermina de antes de la gran guerra mostraban a los alemanes como las máquinas podrían al final vehicular una vivienda como si fuera vagón de ferrocarril…Había nacido la casa portátil.

Si no se puede controlar el clima todavía,  los soñadores del futuro idearon la ciudad cubierta a las inclemencias del tiempo, una idea que años después, en la década de los sesenta del siglo XX arquitectos norteamericanos diseñaran la utopía de cubrir a la isla de Manhattan en Nueva York.

El pasaje evangélico en el que Jesús camina sobre las aguas parece que pudo inspirar la siguiente imagen. Un día en la playa pero caminando sobre las aguas disfrutando de la comodidad sin la humedad.

Es posible que 20.000 leguas de viaje submarino de Julio Verne fuera la inspiración para estos paseos subacuáticos…

¿Fue Robur el Conquistador o Dueño del Mundo, de Julio Verne, las obras que dieron pie a la siguiente postal sobre el año 2000?

Al final, controlar el tiempo será una realidad, pensaron los ilustradores de la siguiente imagen, lo que no sabían era que muchos años después se podría hacer llover sobre los campos con nitrato de plata…

De lo que también se percataron los ilustradores de finales del XIX y principios del XX fue del atasco aéreo que podría producirse en los cielos de ciudades como Paris, tal como imaginó Albert Robida.

De Francia también salieron una serie de tarjetas postales que con el título En l’ an 2000, En el año 2000, presentaban a sus contemporáneos a cien años…

¿Fue inspiración los diversos relatos de Julio Verne como La Jornada de un periodista norteamericano en el 2889, o El Castillo de los Cárpatos, o quizás las primeras experiencias con el cinematógrafo de los Lumiere, lo que inspiró al autor a ilustrar un futuro videófono?

La automatización en los oficios se veía venir…máquinas parecidas a robots ayudan a los barberos en su quehacer…

De igual forma los robots ayudarán a las amas de casa en las tareas pesadas del hogar…¿Dónde quedaran los sirvientes entonces?

En la construcción también las máquinas ayudaran a una pronto edificación….

La electricidad ya era vista como la energía del futuro para precursores y pioneros en los campos de la inventiva, como Edison o Tesla, no es de extrañar que gracias a la inspiración de autores como Julio Verne los ilustradores de estas postales intuyeran un futuro ferrocarril a electricidad…

La mecanización llegaría a todos los sectores económicos, como la agricultura. La mecanización auguraba una mayor producción y menor tiempo de trabajo…

Y la educación, la formación a todos los niveles, sería de mayor calidad, eficiencia y eficacia con los nuevos dispositivos que…a cien años vista no iban tan desencaminados.

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Alberto García Gutiérrez
Alberto García Gutiérrez